Mi hija no cumple las normas

Los enfrentamientos y discusiones por el incumplimiento de normas y acuerdos se convierten a diario en una pesadilla para muchas familias con adolescentes. ¿Por qué se saltan las normas? ¿Por qué no hacen lo que dicen que harán y luego, para postre, no lo reconocen? ¿Por qué no hay manera de que respeten los acuerdos?¿Por qué no se dan cuenta de que eso que quieren hacer las pone en peligro? ¿Por qué tenemos que repetírselo todo mil veces? Estos interrogantes señalan directamente hacia algunas de las particularidades de la adolescencia que a menudo pasan inadvertidas para las personas adultas. 

Les recordamos que deben darse prisa para salir por la mañana, bronca. Les explicamos que antes de ponerse a jugar con la consola deben hacer las tareas académicas, bronca. Les decimos que no pueden volver tan tarde o que no pueden ir a donde nos han pedido, bronca. Les decimos que esa persona con la que van no les conviene, bronca. Les proponemos que vengan con nosotras a comer a casa de la abuela, bronca. Les comentamos que esa ropa que quieren llevar no es adecuada, bronca. 

No es de extrañar que cuando llegue la adolescencia nos sorprendan y nos dejen más de una vez con la boca abierta sus provocaciones, desplantes y  rebeldías varias. No es de extrañar que nos duela y nos sintamos ofendidas. Nos contestan, insisten hasta la saciedad cuando quieren conseguir algo, nos llevan la contraria, parece que no se ponen en nuestro lugar, pueden llegar a faltarnos al respeto¿Qué puede hacer que aquella pequeñaja que hasta hace dos días era un amor se haya convertido en un ser que no acata los límites?

Como adultas podemos desorientarnos fácilmente con esta nueva situación y nos preguntamos: ¿Cómo puedo hacer que cumpla con lo que debe sin que todo sea una lucha continua? La respuesta es simple, que no sencilla: no se puede hacer que hagan lo que queremos cuándo y cómo lo queremos, pero sí podemos ayudarlas a desarrollar la capacidad para comprometerse, responsabilizarse y respetar los límites. Eso sí, no hay un camino fácil. Esto lleva tiempo y esfuerzo. Requiere estimulación y dedicación. Sin estímulos y sin acompañarlas para que comprendan a para qué sirven los límites, es muy difícil que aprendan a respetarlos. 

Muchas veces perdemos la paciencia, les gritamos, las obligamos, les prohibimos, las castigamos y les quitamos cosas que les importan. Muchas veces obramos movidas por la desesperación, porque ya no sabemos qué hacer para que obedezcan. Y es que ahí es donde está el quid de la cuestión. Si nuestro objetivo es que obedezcan, no estamos persiguiendo el objetivo que va a favor de su desarrollo, estamos persiguiendo el objetivo que va a favor de nuestra tranquilidad. Lo hacemos porque creemos que es lo mejor, pero desconocemos el impacto que esto puede tener para ellas a corto, medio y largo plazo. 

En la adolescencia suele pasar mucho que olvidamos todo lo que éramos capaces de hacer cuando eran pequeñas y abrazamos la premisa de que ya han crecido y deben saber hacerlo todo. Este punto de partida no nos ayuda porque ignora las características evolutivas de la etapa. Si solo buscamos obediencia y tranquilidad, podemos perder de vista que todavía nos necesitan para desarrollarse de forma adecuada hasta alcanzar su vida adulta. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a las personas adolescentes de nuestra vida para que aprendan a responsabilizarse, a mantener los acuerdos, a poner límites ante personas o situaciones que las ponen en riesgo? Hay que partir de tres ideas principales.

La primera idea es que para conseguir nuestro objetivo debemos entender qué les pasa e integrar que lo que les pasa no es intencional. Las personas adolescentes no se aplican normas ni límites en esta etapa porque la parte de su cerebro encargada del razonamiento lógico pasa por un momento complejo de su desarrollo. Para poder pensar de forma crítica y construir su propio sistema de valores, necesitan poner encima de la mesa nuestras incoherencias, señalar la injusticia y tener la oportunidad de expresar sus opiniones con libertad. Esto no es algo que hagan para fastidiarnos, lo hacen porque es parte del proceso de crecer y hacerse mayores

Si a eso le sumamos que necesitan experimentar emociones gratificantes, descubrir cosas nuevas y que sienten muy intensamente, tenemos servido el riesgo y también las discusiones en casa. Sobre todo, si no sabemos cómo acompañar lo que les pasa en esta etapa. Las emociones se convierten en las protagonistas e impulsan sus conductas hacia el riesgo y la provocación. La primera idea nos ayuda a situarnos a su lado para no confundir nuestra misión de referentes con la de policías: nuestra tarea es ofrecer oportunidades para que se encuentren con los límites para ayudarlas a autoprotegerse y a sostener la frustración de no conseguir siempre lo que se desea.

La segunda idea es convencernos de que poner límites es un acto de amor. Los límites son los márgenes por entre los que nos movemos las personas para funcionar en esta sociedad en la que vivimos. En un mundo ideal no harían falta límites porque todo el mundo de forma natural respetaría a las demás personas, protegería la seguridad de las demás y velaría por el bien común, en general. Por lo tanto, necesitamos los límites para entender el mundo, para protegernos y proteger a las demás personas. Es un tema de seguridad individual y colectiva, y de higiene y salud comunitarias. Puede que nos cueste mucho poner límites por muchos motivos, te los explico en mi podcast y en mi canal de Youtube con detalle, pero lo importante es que no cejes en tu empeño. La segunda idea nos anima a comprender que es esencial establecer límites en esta etapa.

La tercera idea importante es que vamos a tener que cambiar la forma en la que nos comunicamos con las personas adolescentes de nuestra vida para establecer los límites. Si queremos generar el máximo impacto en su aprendizaje y el mínimo impacto en nuestra relación con ellas, tenemos el reto de descubrir  la mejor forma de poner límites para que vayan a favor de su desarrollo y no provoquen que nuestra relación se deteriore de forma irreversible.  

En esta etapa el autoritarismo no se lleva nada bien y vamos a tener que aprender a poner límites desde el respeto que da la firmeza, no desde el miedo que provoca el poder. No vamos a posicionarnos junto a ellas de forma que sientan que nosotras tenemos el poder de decidir sobre sus vidas, vamos a posicionarnos junto a ellas de forma que podamos hacerlas reflexionar sobre sus conductas para que saquen sus propias conclusiones y tomen sus propias decisiones. La tercera idea nos anima a desarrollar la curiosidad por aprender a hacer las cosas diferente en esta etapa para poder ayudarlas a comprometerse y responsabilizarse. 

Crecer va de descubrirse y descubrir el mundo, va de aprender a vivir en él de forma respetuosa y sin hacer daño a nadie ni a nosotras mismas, respetándonos y respetando a las demás personas con las que convivimos. Para ello va a ser crucial que puedas establecer unos límites claros teniendo presente que en este momento no pueden entenderlos por el momento de desarrollo en el que están, que necesitan que los pongas para aprender protegerse y proteger a las personas con las que se relacionan, y que es esencial huir del autoritarismo y adoptar un estilo educativo que no ponga a la persona adulta en el centro sino junto a la persona adolescente en cuestión. 

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Sara Desirée Ruiz

Educadora social especializada en adolescencia

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