… o por qué las personas adolescentes son tan dramáticas.
En lo que se refiere a las emociones, las adolescentes de nuestra vida están subidas en una montaña rusa. Esa montaña rusa emocional hace que pasen de la euforia a la tristeza profunda en poco tiempo.
En la adolescencia se experimentan por primera vez emociones complejas. Además, el desarrollo del cerebro adolescente precipita las emociones por encima de la razón. Esto quiere decir que la parte de su cerebro que permite el razonamiento se desarrolla más lentamente y provoca que la adolescente reaccione a lo que siente antes de pensarlo.
A esto debemos sumarle lo complicado que puede resultar expresar emociones habitualmente si no nos hemos preparado para ello. Descifrar lo que está sintiendo una persona adolescente es clave para anticipar las conductas arriesgadas.
¿Recuerdas si durante tu adolescencia te encerraste en tu habitación alguna vez? ¿Recuerdas si durante tu encierro escuchaste alguna canción una y otra vez mientras te dejabas llevar por un torrente de pensamientos y emociones?
Las personas somos seres emocionales. La emoción aparece de forma instintiva sin que podamos evitarla. Como dijo Benedetti: “No podemos sacarnos de la cabeza lo que no sale del corazón”. Y ahora sabemos que muchas de las cosas que pensamos también nos provocan emociones.
«Durante la adolescencia nuestro cerebro desarrolla lentamente la parte que tiene que ver con el razonamiento y es por eso que las emociones toman mayor protagonismo».
De cualquier forma, razón y emoción están unidas y deben entenderse para sobrevivir en esta sociedad tan organizada. Por ese motivo es imprescindible que nos tomemos muy en serio la educación emocional durante la infancia y la adolescencia.
Sin una buena gestión de las emociones es muy complicado hacer frente a una vida adulta llena de momentos emocionantes. Debemos generar contextos para que las personas adolescentes aprendan a comunicarse y vehiculen sus emociones, puedan identificarlas y expresarlas.
En la adolescencia la intensidad emocional provoca que muchas adolescentes se pongan en riesgo de forma impulsiva. Para las personas adultas, que necesitamos vivir en cierto equilibrio y reaccionar dentro de unos parámetros socialmente aceptados, la intensidad de la adolescencia nos puede generar mucho estrés psicológico.
Necesitamos comprender que esa intensidad forma parte de la transición hacia la vida adulta, que es necesario que las personas adolescentes viajen subidas a esa montaña rusa emocional, con los cinturones abrochados, hasta que su cerebro esté preparado para equilibrar razón y emoción. También necesitamos comprender que con un buen acompañamiento podemos facilitarles este proceso.
Podemos estar a su lado, pero a una distancia prudente, para acompañarlas ante las consecuencias de las decisiones que ya empiezan a tomar de forma autónoma. Podemos darles herramientas para que expresen lo que sienten y aprendan progresivamente a integrar la gestión de sus emociones en su día a día.
Todas sabemos lo difícil que puede llegar a ser funcionar en la cotidianidad de una sociedad como la nuestra sin entender, situar y expresar adecuadamente lo que sentimos. Vale la pena el esfuerzo.
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