La adolescencia es desapegada…

… o por qué las personas adolescentes van a su aire y exigen espacio. 

El descubrimiento de la propia autonomía, que se da en la adolescencia, es uno de los temas que más desasosiego genera a las personas adultas. Las adolescentes empiezan a pasar tiempo alejadas de sus familias e inmersas en actividades estimulantes y, a menudo, arriesgadas.

Las familias desconocen estas actividades en muchas ocasiones y, cuando las descubren, pueden generarse conflictos en el contexto familiar. A algunas familias les cuesta asumir que la adolescente haya podido realizar ciertas actividades, así como no haber sido conscientes de ello hasta el momento.

Cuando la adolescencia llega, a partir de los doce años aproximadamente, todo sucede muy rápido. Las personas adultas estamos dedicadas a sobrevivir en una sociedad muy exigente y demandante. Tenemos muchas responsabilidades y preocupaciones.

Si no estamos lo suficientemente atentas, cuando llega la adolescencia y empiezan a producirse las conductas adolescentes naturales, podemos sentirnos agobiadas por la velocidad a la que todo sucede y abordar los retos adolescentes con estrés y de forma errática.

«Experimentar con la autonomía durante la adolescencia es natural y desarrolla la capacidad de tomar decisiones».

Las personas adolescentes empiezan a ser conscientes de lo que supone la autonomía y a experimentar con ella y la mayoría de las veces no tienen en cuenta a sus familias en la práctica de ese descubrimiento.

Si las familias no se han preparado adecuadamente para atender ese momento, pueden generarse conflictos y una tensión muy poco recomendable en nuestra, muchas veces, estresante vida adulta. Para enfrentarnos a la resolución de estos conflictos y/o evitarlos debemos tener en cuenta tres aspectos. 

En primer lugar, que es imprescindible que las personas adolescentes exploren su autonomía durante esta etapa de la vida. En segundo lugar, que debemos asumir que quizá nunca conozcamos un porcentaje de las experiencias que tienen lejos del entorno familiar. En tercer lugar, que un conflicto supone siempre una oportunidad para aprender.

Si el conflicto se ha producido ya, sin que hayamos podido evitarlo, debemos aprovechar todo su potencial de aprendizaje elaborando cada experiencia junto a la adolescente de la forma más positiva posible. Si no se ha producido y podemos evitarlo, podemos generar una oportunidad de aprendizaje sin dolor. 

Podemos acompañarlas y ser cómplices del descubrimiento de la propia autonomía si estamos atentas, nos esforzamos en ello, facilitamos contextos de exploración y buscamos formas de reconducir las conductas arriesgadas para que no tengan graves consecuencias.

Si hacemos todo esto estaremos más informadas de las experiencias estimulantes que les interesan, que realizan, con quién las realizan y estaremos preparadas ante las posibles consecuencias que se produzcan. 

Experimentar con la autonomía es un paso necesario en el camino de convertirse en personas adultas y la adolescencia es el momento en el que aprendemos a ser autónomas y a tomar nuestras propias decisiones. Si entendemos esto y ofrecemos nuestro apoyo a las personas adolescentes de nuestras vidas, las ayudaremos a cuidar de ellas mismas y a estar preparadas para vivir de forma independiente.

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