¿Cómo sé cuando debo ponerle límites a una persona adolescente?

Identificar cuándo estamos ante una oportunidad de trabajar los límites con las personas adolescentes de nuestra vida y cuando no, es esencial para saber si lo que estamos haciendo es ayudarlas a encontrarlos y entenderlos o, por el contrario, aportando nuestro granito de arena a una discusión innecesaria.

En mi experiencia, para detectar una u otra situación es importante tener en cuenta que juzgar o dar la opinión sobre sus preferencias no te será útil para acompañarlas a encontrar los límites. Cualquier comentario prejuicioso sobre su música, sus amistades, su forma de vestir, su forma de ser, los videojuegos a los que juegan, las series que ven, etc., generará una discusión que pondrá en juego su autoestima y vuestra comunicación. Las preferencias adolescentes forman parte del proceso de construcción de su identidad, por lo que son un tema extremadamente sensible que afecta a su autoconcepto y su autovaloración. No recomiendo nada marcar límites en la adolescencia utilizando sus preferencias

Sin embargo, recomiendo enfocarnos en los hábitos y en las conductas. En los hábitos y conductas relacionadas con la comunicación, el estudio, la convivencia en el domicilio familiar, la convivencia en espacios públicos o compartidos con otras personas, la higiene, el sueño, el uso de los dispositivos electrónicos, etc. Concentrarnos en sus hábitos y conductas y no en sus preferencias evitará discusiones innecesarias que no conducirán a establecer los límites saludables para todas.

Antes de trabajar el límite piensa si estás ante una de sus preferencias o ante uno de sus hábitos/conductas. Para diferenciarlos pasa los filtros:

¿Marcar el límite aquí es algo que mañana hará que sea una adulta autónoma?

¿Marcar el límite aquí facilitará que pueda funcionar socialmente (trabajo, pareja, amistades, comunidad de vecinas, etc.)?

Te pongo un ejemplo relacionado con una preferencia. El típico: escuchar música de estilo (pon aquí el tipo de música que más rabia te dé). Pasemos los dos filtros:

Escuchar música de estilo X no influye negativamente en su autonomía.

Escuchar música de estilo X no impedirá que funcione socialmente

Ahora te pongo un ejemplo relacionado con una conducta. El típico: escuchar música a un volumen muy elevado. Pasemos los dos filtros:

Escuchar música a un volumen muy elevado no influye directamente y negativamente en su autonomía, aunque puede que afecte a su oído a la larga y esto sí que podría afectar a su autonomía (habría que comprobar si esto es posible). 

Escuchar música a un volumen muy elevado puede impedir que funcione socialmente, puede afectar a sus futuras vecinas, por ejemplo, y generar problemas relacionales si se convierte en un hábito. 

Esto es solo un ejemplo sencillo y no siempre va a ser tan fácil, pero te servirá para diferenciar entre preferencias, hábitos y conductas y esto te ayudará a enfocarte cuando quieras trabajar los límites.

Conocer lo que puedes hacer diariamente para generar en ti el hábito de acompañarlas en la exploración de los límites es esencial. Saber cómo tienes que hablarles, cuándo debes intervenir, qué pautas seguir cuando intervienes, es la madre del cordero. A continuación, te explico algunas de las pautas que, en mi experiencia, funcionan con las personas adolescentes en relación a los límites.

En primer lugar, debes tener muy presente que las adolescentes ya no son pequeñas. Son adolescentes. Esto te puede parecer obvio, pero ya sabes que reaccionan rápidamente a cualquier atisbo de condescendencia, así que pon el máximo de tu parte para hablarles sin transmitir que lo sabes todo y que ellas no saben nada, así podrás ocuparte de poner los límites donde necesitan ser puestos y acompañarlas como necesitan desde la persona adulta que eres, sin generar discusiones innecesarias, haciendo gala de todo tu autocontrol y sabiduría.

En segundo lugar, antes de negociar el límite, para un momento a pensar en si estás ante una conducta (algo que ha hecho)/hábito (algo que suele hacer o no hacer) o en si estas ante una de sus preferencias, esto te permitirá determinar si es necesario intervenir o no, si debes sentarte a negociar o no. Entonces, respira, recuerda que tú eres la persona adulta y repítete el mantra que si no conoces te presento: “No es personal, es cerebral y temporal”.

En tercer lugar, negocia el límite, en el caso de la música alta, negocia las condiciones de la música en casa en función de los límites propios de tu familia. Para ello te convendrá conocer pautas que voy compartiendo en Instagram, en Telegram en mi podcast o mi canal de Youtube. En el episodio número dos de mi podcast, por ejemplo, te cuento cuáles son los tres filtros que deben pasar los límites que pones en esta etapa. Con personas adolescentes no se negocia igual que con personas adultas. Aprende a negociar normas y límites y a acompañarlas para que vayan aprendiendo a entenderlos. 

Para finalizar y casi lo más importante de todo, mantente firme en el cumplimiento de los acuerdos. Si necesitas ayuda con eso tienes opciones para mejorarlo si tienes posibilidades y/o ganas. Esto en ocasiones va a significar discutir. Ahí es donde está el trabajo duro. Las personas adolescentes van a desafiar constantemente los límites y van a saltárselos. Van a saltarse los acuerdos porque así es como van a poder encontrar los límites, con tu acompañamiento antes, durante y después de saltárselos. No se los saltan porque pasen de ti o porque «sean» unas desobedientes. La desobediencia es una conducta que forma parte del proceso de crecer y si no existe desobediencia alguna, tendremos que prestar mucha atención porque alguna cosa hay por explorar detrás de esa obediencia que tanto nos gusta a las personas adultas porque nos da tranquilidad y nos genera seguridad. Como profesional, debo decir que la obediencia adolescente a mí me genera todo lo contrario. No hay que alarmarse, pero es conveniente explorar

Lo que más cuesta es aceptar «el arte de discutir» como algo necesario que tenemos que desarrollar durante la adolescencia y entender que las discusiones y los conflictos no son «malos». Como educadora he «provocado» conflictos que necesitaban un empujón para poder acompañarlas en el establecimiento de límites, entre otras cosas, en muchas ocasiones. Evidentemente como profesional bregada ya en el tema tengo las competencias para hacerlo, no te recomiendo que los provoques si no te has entrenado antes bien y/o tienes un buen acompañamiento.

Me gustaría que después de leer este artículo valorases la belleza oculta tras las discusiones y la desobediencia adolescentes. Si no lo he conseguido, al menos espero haber aportado algo a la visión que tenías sobre los límites antes de leer este artículo y/o haber despertado en ti la curiosidad por aprender más. Estaré encantada de que me dejes tu opinión al respecto.

Si quieres aprender más sobre adolescencia me encuentras en Instagram, Telegram, Twitter, Youtube, Anchor y Spotify

Sara Desirée Ruiz

Educadora social especializada en adolescencia

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