Abraza el cambio, cultiva el vínculo

La adolescencia es una etapa de transición marcada por profundos cambios neurobiológicos, psicológicos, cognitivos y sociales. Si no nos preparamos adecuadamente, esta transformación puede generar una sensación repentina de pérdida que resulta dolorosa para todas las partes involucradas.

Con frecuencia, la familia experimenta la sensación de que «es una persona diferente», y se pregunta dónde está su hija y quién es esa desconocida que le muestra actitudes desafiantes y está enfadada constantemente.

Es en este momento cuando los rasgos propios de la adolescencia se hacen más evidentes: el distanciamiento de la familia, el encierro en su habitación, la actitud cuestionadora hacia lo que antes no se cuestionaba, la experimentación con su apariencia física y las relaciones con sus amistades.

La pérdida de control y la percepción de que las personas adolescentes quieren hacer todo «a su manera» pueden generar una desconexión que afecte negativamente a la convivencia y las relaciones familiares.

El primer paso para acompañar a las personas adolescentes de nuestra vida en esta etapa es prepararnos de antemano.

Es esencial comprender que la adolescencia implica cambios significativos que no están bajo el control de las propias adolescentes.

Necesitan más que nunca la presencia de personas adultas preparadas que comprendan lo que están experimentando y sepan cómo acompañarlas en esta etapa intensa y llena de contrastes.

Por lo tanto, debemos aprender a comunicarnos con ellas de manera efectiva, convirtiéndonos en personas que sean consideradas como una fuente confiable de información y que las traten con respeto. Debemos ser alguien con quien se sientan respetadas, valoradas y amadas.

Es importante recordar que debemos aprender a hablarles y tratarlas de la manera que necesitan en esta nueva etapa de su ciclo vital, al igual que aprendimos a hacerlo en su infancia.

También nos ayudará  aprender a establecer límites sin descuidar la relación y sin faltar al respeto, cómo ayudarlas a tomar decisiones más acertadas, cómo acompañar sus relaciones y emociones, y cómo detectar indicadores de riesgo.

Hay mucho por conocer para acompañar de la mejor manera posible esta etapa, y debemos estar dispuestas a hacerlo.

A pesar de toda la información disponible, no debemos saturarnos en busca de la perfección. Nuestro objetivo no es la perfección, sino brindar un acompañamiento humano que reconozca nuestra vulnerabilidad, momentos de frustración y la necesidad de disculparnos mutuamente.

La idea es promover su desarrollo al máximo para que puedan enfrentar la vida adulta con los recursos necesarios para resolver las situaciones que se les presenten. Esto no se logra a través de la perfección, que es rígida por naturaleza, sino desde la vulnerabilidad humana: cometer errores, pedir perdón, reconocer cuando ellas también se equivocan y encontrar juntas la manera de construir nuestra relación a partir de ahí.

En todas las etapas de la vida, incluida la adolescencia, debemos apostar por un acompañamiento humano que acoja todas las emociones, permita la reflexión y proteja el derecho de equivocarnos. Necesitamos tener a alguien cerca que nos ayude a darle significado a las situaciones y buscar formas de mejorarlas desde el respeto mutuo. Al abrazar esta perspectiva, estaremos creando un ambiente en el que nuestras personas adolescentes se sientan amadas, comprendidas y respaldadas en su camino hacia la vida adulta.

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Sara Desirée Ruiz

Educadora social especializada en adolescencia

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